9 de junio de 2015

Zarangollo



¿Alguna vez os ha pasado que viajando en transporte público alguien totalmente desconocido os sonríe cada vez que cruzáis miradas? Ayer volvía en el metro (que, por cierto, en Madrid no vuela precisamente, por mucho que se empeñen en convencernos con el eslogan) y me senté en las reposaderas de plástico duro e incómodo a las que muy optimistamente llaman "asientos". Pues bien, justo enfrente de mí había una señora mayor sentada. Levanté la cabeza, tras dejar las bolsas en el suelo e intentar acomodarme, y allí estaba ella, mirándome fijamente con una sonrisa de oreja a oreja. Por acto reflejo yo sonreí de vuelta y saqué mi libro. Me puse a leer, pero notaba que alguien me miraba. Alcé la mirada: allí estaba ella otra vez, sonriéndome. Eso ya empezaba a ser incómodo. Si esta era la situación en el minuto dos, imaginad cuando llevaba 15 en el vagón de las sonrisas de Stephen King. Que yo ya me estaba preguntando: ¿se estará riendo de mí? ¿se piensa que me conoce? ¿me conoce y yo no me acuerdo de ella? ¿tiene tensión muscular facial?. El caso es que llegó mi parada y me bajé de aquella cárcel enrarecida. Yo seguía con ese estado molesto. Tardé un tiempo en volver a la normalidad, pero nunca sabré quién era aquella señora y mucho menos sabré qué le pasaba por la cabeza para invadir mi espacio mental con su sonrisa perturbadora. La conclusión a la que llego es que el que puso los asientos del metro enfrentados no viaja mucho en ello. Si fuera así los pondría de cara a las ventanas, porque en el fondo esos vagones subterráneos son un castigo de parvulario y por lo menos se haría explícito.

Cambiando de tema, hoy es el día de la Región de Murcia. Nunca he estado por allí pero es uno de mis destinos más que apuntados. Me encanta la gastronomía que se cuecen. Sobre todo los guisos de trigo y los tropecientos zarangollos que atesoran. Cierto es que el que hago yo no tiene la textura untuosa que caracteriza un zarangollo como los dioses del Olimpo mandan, pero no puedo evitar que me encante comer verdura crujiente (y además así como menos pan porque parezco un gorgojo con las harinas). Aunque el zarangollo clásico sea una cosa más que conocida y reconocida en todo el territorio nacional, yo la comparto por si queda algún despistado. Ya colgaré por aquí otras variedades de zarangollo porque son todas un manjar digno de un sultán persa. ¡Feliz día a todos los murcianos!

Para dos raciones

400 g de calabacín
200 g de cebolla
2 huevos
aceite de oliva
sal
orégano

Cortamos el calabacín y la cebolla en dados. En una cazuela calentamos aceite de oliva y echamos la cebolla. Una vez esté blanda añadimos el calabacín. Salamos. Cocinamos a fuego muy bajo en sus propios jugos hasta que ablanden las verduras. En general se suele presentar como una pasta (después de una cocción de 20 minutos) pero a mí me gustan las verduras al punto. Añadimos ahora el huevo y removemos junto con las verduras hasta que éste esté hecho. Servimos, espolvoreamos el orégano y ¡a comer!

6 comentarios:

  1. Pues porque tu lo dices me lo creo, pero yo llevo toda la vida haciendo este revuelto o salteado, y ni idea que se llamara así.
    En el fondo el nombrecito tiene su intríngulis, que a mi me suena a rebujina o similar, pero divino está para rebañar el plato, con un pedacito de pan, que eso no puede ser malo, ja, ja, ja...pero que rico!!!

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    1. Pues si te digo la verdad a mí me pasó lo mismo. Lo hice un día así en plan revoltijo para comer y vino un amigo murciano que me dijo entusiasmado: "¡Has hecho zarangollo!" y yo: "sí......, claaaaro....¿cómo no iba a hacer zaran... ¿cómo era? si venías a comer tú?" jajajaja. Y ahí fue cuando le puse nombre a una cosa que siempre había hecho así como "pues tengo esto, esto y esto: comida apañada". Que sinceramente, la palabra zarangollo tiene el mismo glamour que una barraca de feria y sí que suena a cosas aleatorias (rebujina jajajaja me parto! jajajaja). Pero como está increíble de bueno yo le perdono todo!

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  2. ¡Que me había perdido tu zarangollo! menos más que a veces miro por si, pero no miro tanto como la señora del metro, jajaja, por eso se me escapan las cosas, soy de signo natural despistada, jajaja.
    Me encanta el zarangollo y como a tí con la verdura enterita, y el huevo bien cuajado (esto último es mío) ¡Ah! y un toque de pimienta negra molida, de tanto explicar me estan dando ganas de comerme un platillo. Mañana cae por este barrio fijo.
    Ya veo que seguimos teniendo humor, eso es fantástico. Besos guapetona.

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    1. ¡Uy! Mira que le echo cosas aleatorias al zarangollo pero (ya ves tú) nunca se me había ocurrido lo de la pimienta. Que siempre acabo inundando la olla de guindilla jajajaja ¡Qué rico! Si es que el calabacín es una bendición de cualquier manera. Yo que soy una ansiosa me lo como hasta crudo. Un día me da un algo, ya verás jajajja Muchos besos!!

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  3. Hola guapísima !!!
    He venido a verte de pura casualidad, y es que no me llegan tus entradas nuevas y pensé: qué raro que Silvia no haya publicado. Ala, y llego aquí y hay primero, segundo y postre.
    Así que además de seguidora, también me he suscrito para no perder tus publicaciones, porque a este paso, los fines de semana me voy a tener que prepara un tupper y venir al escritorio sólo para leerte a tí jaja y ponerme al día.
    El otro día que cogí una guagua {autobús} me senté en un asiento unipersonal, frente a otro unipersonal del que distaba apenas diez centímetros entre las rodillas de ambos. Qué sensación tan incómoda. Si es cierto, me podía haber levantado, pero yo ante los frenos inesperados de los guagueros soy un poco torpe y prefiero la posición sentada y en vez de mirar al frente miro por la ventana, que cualquier día me bajo con tortículis por llevar durante todo el trayecto el cuello en giro de 45º, pero es lo que hay.
    Cómo me he reído con sonrisa etrusca de la señora.
    El zarangollo lo hacía en cas sin saber su verdadero nombre hasta que no llegué al mundo bloguero, esto de meter la nariz en cocinas ajenas es lo que tiene, que te enteras de muchas cosas.
    Muy rico por cierto, eso del orégano lo tengo que probar que de salpimentarlo no salgo.
    Besotes gordos mi niña, feliz finde.

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    1. Buenaaaas! La verdad que te doy un trabajo que no te mereces. Tienes licencia para comentar una de las cuatrocientas cosas que voy publicando, que al final me voy a convertir en un castigo jajaja. ¡Que es que el ansia me puede! Pero es más porque tengo el blog como un autorecetario y el borrador lleno de cosas (porque no paro de leer blogs y de enredar en la cocina).
      Comprendo demasiado bien eso que me dices de las guaguas (¡siempre me ha encantado esa palabra!). Me pasa lo mismo y a veces al bajar del bus me dan ganas de pasarme por el fisio a que arregle lo que un ingeniero de interiores ha estropeado: mi cuello jajaja Y si vas de pie peor, porque como se empiece a llenar de gente de repente estás más pegado a un desconocido de lo que nunca has estado a otra persona. Lo mejor es cuando en esa situación el conductor frena de golpe y te comes (literalmente) a dos o tres personas aleatorias como si estuvieras en un pinball tamaño real jajaja. ¡Ay! El transporte público. Habría que dedicarle dos o tres libros porque se lo merece!
      Yo creo que con el zarangollo a todos nos ha pasado igual: le ponemos nombre después haberlo hecho tropecientas veces. Pero es que es una cosa tan intuitiva que lo raro es que sea patrimonio murciano. Pero si ellos dicen que es suyo yo me lo como y no rechisto jajaja Por si acaso. Besooos!!

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